El amor entre Padres e Hijos

Hola a tod@s:

Dedico la columna de hoy a las personas que recientemente estuvieron de cumpleaños: Eric Lembcke, Ninfa Moya, Darwin López, Myrline Mompoint, Félix Correa, José Luis Peralta, Keren Pérez, Elizabeth Marte, José Canela, Daphne Gara Napoles, Daver Martinus, Nurys Zarzuela, Lars Hajslund, Rubí Valerio, Maycon Postai, Patrick Noleo, Lucy Santos, Elsa Rodríguez, Santiago Henríquez, Jeannette Beltré e, Rudelania Heredia, Francis Ortega, Arisbel Mejia, y en el día de hoy Luisa Gonzales. Agradezco los hermosos comentarios que me inspiran a escribir de: Maribel Alcántara, y lo seguidores de Facebook: Chuchy Hernández, María Reyes, Yesenia Ruiz, Manuel Hernández, Andrés Paulino, Cindy Jáquez y Leonardo Jáquez, para todos los seguidores de esta columna muchas bendiciones.

Hoy iniciamos las diferentes clasificaciones y tipos de amor existentes, e iniciaremos hablando sobre el tema del amor entre padres e hijos, basado en el libro El Arte de Amar del reconocido psicoanalista alemán Erich Fromm.

Al nacer, los niños apenas pueden reconocer objetos, no tienen aun conciencia de sí mismo, ni del mundo como al exterior al él. Solo siente la estimulación positiva del calor y el alimento, y todavía no los distingue de su fuente: la madre. La madre es calor, es alimento, la madre es estado eufórico de satisfacción y seguridad.

Cuando el niño crece y se desarrolla, se vuelve capaz de percibir las cosas como son; la satisfacción de ser alimentado se distingue del pezón, el pecho de la madre. Eventualmente el niño va diferenciado y aprende a percibir muchas otras cosas como diferentes, en ese momento empieza a darles nombres. Al mismo tiempo aprende a manejarlas, aprende que el fuego es caliente y doloroso, que el cuerpo de la madre es tibio y placentero, que la tetera es dura y pesada, que el papel es liviano y se puede rasgar. Aprende a manejar a la gente, que la madre sonríe cuando el come, que lo alza en sus brazos cuando llora; que lo alaba cuando mueve el vientre. Todas esas experiencias se cristalizan o integran en la experiencia: me aman.

Me aman porque soy el hijo de mi madre. Me aman porque estoy desvalido.  Me aman porque soy hermoso, admirable. Me aman porque mi madre me necesita, para utilizar una formula más general: me aman por lo que soy, o quizás exactamente, me aman porque soy. Tal experiencia de ser amado por la madre es pasiva, no tengo que hacer nada para que me amen. No tengo que hacer nada para que me quieran, el amor de la madre es incondicional. Todo lo que necesito es ser su hijo, el amor de la madre significa dicha, paz, no hace falta conseguirlo, ni merecerlo, pero la cualidad incondicional del amor materno tiene también un aspecto negativo. No solo es necesario merecerlo, mas también es imposible conseguirlo, producirlo, controlarlo. Si existe, es como una bendición, sino existe es como si toda la belleza hubiera desaparecido de la vida y nada puedo hacer para crearlo.

La semana próxima seguiremos con este importante tema, y la edad aproximada en la que los niños comienzan amar, y la importancia de ese aprendizaje importante de aprender amar desde temprano, para ayudarles a crear su propia autoestima.

Mi reflexión personal de esta semana, tiene que ver con la décima primera lección  de vida, autoría del Sr. Miguel José Moya, a la que agregaré mis sugerencias. La lección # 11: el amor no está en otro deje de buscar, nadie puede amar sino se ama a sí mismo, perdonar y agradecer se logra en el silencio. Creo que no hay mucho que abundar en esta lección de vida, convencida estoy de que el amor no es más que reflejo de nuestro propio interior, recibimos justo lo que damos, si damos amor recibiremos amor, pero ojo no siempre, recibiremos el amor de aquellos a los cuales lo manifestamos, la vida misma, siempre nos traerá devuelta aquello que damos, y a veces de las formas menos usuales y a través de las personas que me nos esperamos.

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Les dejo una frase bíblica para meditar: “El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo. No se alegra de lo injusto, sino que se goza de la verdad. Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo. El amor nunca pasará. Primera Corintios 13: 4-8.

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Feliz resto de la semana y muchas bendiciones,

Marisol